Reino Unido e Irlanda

El País Vasco ha encontrado en el Reino Unido e Irlanda mercados estratégicos para la exportación de productos y servicios, especialmente en sectores como la automoción, la energía y la tecnología.

A pesar de los retos impuestos por el Brexit, las empresas vascas han seguido manteniendo relaciones comerciales con el Reino Unido, adaptándose a los nuevos marcos legales y económicos. Irlanda, por su parte, se ha convertido en un socio clave en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación, con un creciente número de alianzas y colaboraciones entre empresas vascas e irlandesas en este sector.

Una relación comercial de larga tradición

El Reino Unido sigue siendo una potencia mundial en términos de comercio, economía e influencia política, aunque se ha enfrentado a desafíos en los últimos años, tras la salida de la Unión Europea. A nivel económico, el Reino Unido es la sexta mayor economía del mundo por PIB, y Londres sigue siendo un importante centro financiero global. Sin embargo, el impacto del Brexit ha redefinido algunas de sus relaciones comerciales, especialmente con la Unión Europea, aunque avanzando en nuevos acuerdos con países como EE. UU., Japón y Australia. En el comercio global, Reino Unido destaca como una de las economías más abiertas y activas, especialmente en sectores como servicios financieros, tecnología y manufactura avanzada. Además, el Reino Unido mantiene una activa posición como miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, la OTAN y el G7, aunque su poder en la diplomacia internacional ha sido objeto de escrutinio después del Brexit.

La diversificación de la economía del Reino Unido ha sido clave para su capacidad de adaptación en el contexto global actual de incertidumbre y para afrontar el escenario post Brexit. La economía británica que tradicionalmente dependía de sectores como la manufactura, la energía, y los servicios financieros, donde Londres sigue siendo un líder mundial ha incorporado sectores tecnológicos emergentes, como la inteligencia artificial, la biotecnología y las energías renovables, consolidándose como un centro de innovación global. El sector creativo, que incluye la industria audiovisual y el diseño, también ha crecido considerablemente.

Se espera un crecimiento del 0,4% para 2024, aunque la reducción de la inflación, el fortalecimiento del crecimiento de los salarios reales y la estabilidad de los tipos de interés contribuirán a mejorar el contexto económico al largo plazo. La desaceleración económica global, así como las consecuencias que ha conllevado el Brexit para el comercio con la UE, han ralentizado el crecimiento económico británico. El pronóstico de crecimiento para el periodo 2026-28 se sitúa en un 1,5% de promedio anual. La economía es altamente dependiente de los ingresos por servicios (servicios empresariales, comercio minorista y finanzas) que representa un 80% de su PIB.

El sector exterior del Reino Unido desempeña un papel fundamental en su economía, siendo una de las economías más abiertas del mundo. El Reino Unido es el quinto mayor exportador e importador global de bienes y servicios, con los servicios financieros, la tecnología y los servicios profesionales a la cabeza de sus exportaciones. Londres sigue siendo un centro neurálgico para las finanzas internacionales, atrayendo capital extranjero y siendo el hogar de bancos, aseguradoras y fondos de inversión internacionales.

No obstante, la balanza comercial británica seguirá teniendo un persistente déficit en el periodo 2024-2028, periodo en el que se prevé que se sitúe entorno al 3% con relación a su PIB. La salida de la UE ha afectado al comercio y las nuevas alianzas comerciales firmadas tras el Brexit todavía tardarán en reflejarse positivamente.

El mercado del Reino Unido es uno de los más grandes y diversificados a nivel mundial, con una economía que abarca desde servicios financieros, tecnología y manufactura avanzada hasta el sector de la salud y las industrias creativas. Londres es un centro financiero global clave, atrayendo inversiones extranjeras y siendo el corazón de la industria bancaria, seguros y servicios profesionales. Además, ofrece diversas oportunidades de mercado en áreas como la inteligencia artificial y ciberseguridad y las energías renovables, en especial la eólica y solar. El consumo interno del Reino Unido también es robusto, impulsado por una población diversa y con un alto poder adquisitivo.

El Reino Unido ha demostrado su compromiso para mantenerse como uno de los países con mayor apertura económica impulsando nuevos acuerdos comerciales, restringiendo mínimamente la propiedad extranjera y promoviendo una cartera comercial diversificada, aunque los desafíos post-Brexit y el mayor escrutinio de las inversiones en sectores estratégicos hayan presentado obstáculos para la inversión extranjera. Se espera que el nuevo gobierno laborista mantenga las políticas fiscales actuales, pero puede aumentar el impuesto sobre las plusvalías e impondrá impuestos más altos a los productores de energía, manteniendo una estricta política monetaria. El entorno jurídico es favorable a la inversión extranjera, con una sólida protección de las patentes y una legislación eficiente en materia de insolvencia.

A corto plazo, no se prevé que el nuevo Gobierno laborista realice grandes cambios en el impuesto sobre la renta, la seguridad social, el IVA y el impuesto de sociedades, únicamente los productores de energía tendrán que hacer frente a impuestos más elevados. El Reino Unido mantiene un sólido sector bancario incluida banca electrónica y alberga la Bolsa de Londres, la mayor de Europa y una de las mayores del mundo fuera de los Estados Unidos, lo que ofrece un mercado financiero especialmente atractivo. No obstante, la creciente presión fiscal sobre las empresas y la estricta política monetaria restan atractivo al mercado para los inversores. En conjunto, el Reino Unido ocupa el puesto 15 de 27 mercados desarrollados y el 87 de 202 en cuanto a intervención pública.

El Reino Unido es un mercado comercial líder, fundamental para las cadenas de suministro mundiales, sobre todo en los sectores de servicios. El atractivo del mercado para los inversores se ve impulsado por los elevados volúmenes comerciales, las políticas comerciales liberales, un impulso continuo para hacer efectivos los acuerdos comerciales posteriores al Brexit y la elevada competitividad de las exportaciones en sectores avanzados. Sin embargo, los ingresos y volúmenes de exportación están expuestos a los resultados de sus homólogos regionales y a la demanda mundial, mientras que el comercio como porcentaje del PIB sigue siendo inferior al de las potencias comerciales europeas, como Alemania y los Países Bajos. En conjunto, el Reino Unido ocupa el puesto 17 de 27 mercados desarrollados y el 55 de 202 mercados mundiales en apertura comercial.

El Reino Unido mantiene un régimen comercial relativamente liberal. No hay restricciones de divisas y sólo se exigen licencias de importación para un número limitado de mercancías. Tras el Brexit, el Reino Unido ha conservado muchas normativas de la UE, pero está divergiendo progresivamente, lo que podría ir complicando el comercio. Los aranceles se mantienen en unas 5.000 líneas, con tipos significativos en determinados productos como los bienes agrícolas y los vehículos. Las barreras no arancelarias incluyen complejos controles fronterizos específicos de Irlanda del Norte en virtud del acuerdo de Windsor y estrictas medidas sanitarias y fitosanitarias que pueden superar los límites de la UE. Las barreras técnicas persisten debido a la desalineación normativa con la UE, especialmente en biotecnología agrícola y regulación de plaguicidas. Además, hay restricciones en la contratación pública, especialmente en el sector espacial, y problemas de propiedad intelectual, sobre todo en relación con los derechos de autor de música. Los servicios digitales afrontan potenciales tasas y las subvenciones a Airbus han dado lugar a negociaciones comerciales específicas con la UE.

Reino Unido es un país con pocos riesgos legales y mantiene un índice de corrupción muy bajo. El sistema judicial británico tiene un historial altamente respetado en la solución de conflictos y litigios, con una justicia reconocida globalmente por ser imparcial y justa. Además, las leyes de propiedad son robustas y el sistema legal protege a los inversores.

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