India

India es un mercado de gran importancia para las empresas vascas debido a su rápido crecimiento económico, su amplia población y su creciente demanda de bienes y servicios en sectores estratégicos como tecnología, manufactura, energía renovable y automoción. Además, su posición como centro global de innovación y comercio han despertado el interés de las empresas vascas que han incrementado su presencia en el país. El entorno empresarial favorable, combinado con acuerdos comerciales y políticas de apertura al comercio exterior, refuerzan el atractivo de India como destino clave para la expansión de negocios vascos.

Un gigante con grandes oportunidades para la empresa vasca

India ocupa una posición estratégica a nivel global como una de las economías de más rápido crecimiento, el segundo país más poblado del mundo y un actor clave en la geopolítica internacional. Su influencia se extiende a diversos ámbitos, como la tecnología, donde es un centro global de desarrollo e innovación, y la energía renovable, liderando iniciativas como la Alianza Solar Internacional. Además, su papel en foros internacionales como el G20, BRICS y la ONU subraya su importancia en la toma de decisiones globales. India también destaca por ser un mercado emergente crucial, atrayendo inversión extranjera gracias a su tamaño, juventud de su población y reformas orientadas al desarrollo económico.

La economía de la India es una de las más dinámicas y diversificadas del mundo, abarcando sectores clave como la agricultura, la manufactura, los servicios y la tecnología. Tradicionalmente agrícola, el país ha experimentado una transformación significativa hacia industrias avanzadas, con un sector servicios que representa más del 50% de su PIB, impulsado por las tecnologías de la información y la subcontratación de procesos empresariales (BPO). Simultáneamente, India está fortaleciendo su sector manufacturero, atrayendo inversión extranjera y promoviendo la producción local. Además, el país está diversificando en áreas emergentes como la energía renovable, la biotecnología y la infraestructura, consolidándose como un actor global en múltiples sectores económicos.

Se espera un crecimiento del PIB en el periodo 2025-2028, en torno al 6.5%. Este crecimiento estará impulsado por factores como el aumento de la inversión en infraestructura, una sólida demanda interna y reformas económicas que buscan mejorar el clima de negocios y atraer inversión extranjera directa. Sin embargo, India debe de afrontar desafíos, como la necesidad de abordar el desempleo juvenil y las disparidades regionales, que podrían influir en el ritmo de crecimiento económico. principalmente impulsado por sus industrias manufactureras y la de la construcción. Con el crecimiento de la clase media india, se espera que la industria de los servicios experimente un boom en los próximos años.

El sector exterior de la india juega un papel crucial en su economía, destacándose como un importante exportador de bienes y servicios. En términos de bienes, India es líder en la exportación de productos agrícolas, textiles, farmacéuticos y gemas, mientras que en servicios sobresale en tecnologías de la información y BPO. Además, el país importa grandes volúmenes de petróleo y maquinaria, reflejando su dependencia energética y el impulso a su industrialización. India también ha diversificado sus socios comerciales, fortaleciendo lazos con Estados Unidos, China, la Unión Europea y países del sudeste asiático.

Se espera un crecimiento del superávit de la balanza comercial de la India, con un creciente flujo de inversión extranjera en la industria india, significativo en la industria química y en la automovilística impulsado por la devaluación de la rupia y las medidas proteccionistas de EE. UU. y de la UE. El gobierno indio se ha centrado en impulsar acuerdos bilaterales de libre comercio, como los que ha firmado con la eurozona y Australia y se espera que mantenga una posición activa en ese sentido.

El mercado de la India es uno de los más grandes y dinámicos del mundo, caracterizado por su enorme población de más de 1.400 millones de habitantes y una clase media en rápido crecimiento. Esta combinación ofrece un enorme potencial de consumo en sectores como bienes de consumo, tecnología, automóviles, vivienda y servicios financieros. Además, la juventud de su población y su creciente digitalización están impulsando una mayor demanda de comercio electrónico, servicios tecnológicos y soluciones innovadoras. El gobierno indio ha implementado reformas para dinamizar el mercado interno, como incentivos fiscales y una mayor apertura a la inversión extranjera directa, lo que refuerza su atractivo para empresas internacionales.

Además, el gobierno indio ha presentado unos objetivos de descarbonización increíblemente ambiciosos. Teniendo en cuenta que India es tercer país que más energía consume en el mundo, se espera que haya necesidad de fabricantes de energías renovables, creando oportunidades para el sector eólico y solar. El gobierno también ha creado oportunidades en la industria de semiconductores. El crecimiento de la clase media de la India ha hecho que la industria automovilística aumente considerablemente, y se prevé que las ventas de vehículo privado sigan creciendo, lo que aumenta las oportunidades para fabricantes de piezas automovilísticas. Este ecosistema diverso y en expansión posiciona a la India como un mercado estratégico tanto para empresas locales como globales.

El variado panorama económico de la India, su amplia mano de obra y su creciente integración en las cadenas de suministro internacionales la convierten en un destino atractivo para la inversión. Los esfuerzos para fortalecer la fabricación local ofrecen opciones atractivas para las empresas que buscan reducir la dependencia de China continental. Es probable que las iniciativas para mejorar las capacidades digitales, perseguir la sostenibilidad medioambiental y ampliar las conexiones comerciales impulsen el progreso económico de la India. Sin embargo, los inversores deben lidiar con el frágil marco jurídico de la India, las medidas de protección específicas del sector y los importantes obstáculos administrativos que afectan al entorno empresarial. Las incoherencias en la aplicación de las políticas y normativas en los distintos estados añaden complejidad a la realización de negocios.

La intervención pública del Estado en la economía de la India ha sido históricamente significativa, evolucionando desde un enfoque centralizado tras la independencia hacia un modelo más liberalizado en las últimas décadas. Actualmente, el gobierno desempeña un papel clave en áreas estratégicas como infraestructura, energía, educación y salud, mientras fomenta la iniciativa privada y la inversión extranjera a través de iniciativas como «Make in India», «Digital India» y «Atmanirbhar Bharat». Sin embargo, el Estado mantiene un rol regulador en sectores críticos como la banca, la agricultura y los recursos naturales, buscando equilibrar el crecimiento económico con objetivos sociales como la reducción de la pobreza y la creación de empleo. Entre los inconvenientes notables cabe citar los elevados impuestos de sociedades y sobre las ventas a escala regional, junto con la complejidad de la administración tributaria y las obligaciones de cumplimiento de la normativa.

La India ha avanzado significativamente en su apertura comercial, pasando de un modelo económico proteccionista a una economía integrada en el comercio global, siendo un miembro activo en organizaciones como la OMC. El gobierno indio se ha vuelto cada vez más proactivo en la búsqueda de acuerdos de libre comercio con los principales bloques comerciales y centros de comercio mundial incluyendo Mercosur, ASEAN, mientras que las negociaciones con China y la UE están en curso. Sin embargo, aún no se han firmado con algunos socios comerciales importantes, como China y los mercados del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), así como se retiró de las negociaciones para integrarse en la Asociación Económica Integral Regional (RCEP) en 2019.

India es un país abierto al comercio, que está aprovechando ventajas como el gran volumen de su economía, su enorme populación o su posición estratégica entre los mercados europeos, asiáticos y africanos. Las políticas expansionistas del gobierno, así como el alto grado de industrialización y especialización de la industria india, han convertido al país en una pieza clave de la cadena de suministro global. El principal obstáculo a esta apertura de mercado son los aranceles elevados y los procesos de aduanas lentos. Además, el país está subiendo los aranceles en industrias tecnológicas y energéticas, para favorecer a las empresas locales.

Los aranceles a las importaciones siguen siendo elevados en comparación mundial, y algunas industrias nacionales siguen disfrutando de una protección que eleva los costes de los bienes importados y merma parcialmente la competitividad.

Con el aumento de los costes laborales en China, la India seguirá siendo un destino atractivo para que las empresas trasladen sus operaciones de fabricación de gama baja durante la próxima década, lo que es un buen augurio para las perspectivas de crecimiento a largo plazo del país. Las barreras arancelarias y no arancelarias de la India tienen por objeto obligar a las empresas extranjeras a establecer las operaciones de fabricación en el país haciendo prohibitivo el acceso al mercado indio. Como muestra de ello, la India mantiene aranceles entre el 60 y 75% para automóviles y motocicletas, un 150% para bebidas alcohólicas o aranceles superiores al 300% en algunos casos en el sector textil. Además, la aplicación de los derechos de aduana es compleja e incoherente, lo que dificulta a las empresas evaluar con precisión el impacto de los aranceles comerciales en los costes.

Los procedimientos administrativos simplificados de la India facilitan el establecimiento de empresas, lo que atrae la inversión extranjera, especialmente en el dinámico ecosistema de las startups, que es especialmente atractivo. La sólida protección de la propiedad intelectual y la atención prestada a la investigación y el desarrollo atraen aún más a los inversores, fomentando un terreno fértil para la innovación tecnológica. Aunque la digitalización tiene como objetivo mejorar la eficiencia de la administración pública, la corrupción y la intervención política plantean desafíos. Además, la laxitud de la supervisión reguladora puede ocultar la transparencia de los contratos públicos y minar la confianza de los inversores.

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